sábado, 3 de febrero de 2018

Un nuevo rostro, pero igual camino

Jorge Luis Peña Reyes

Primer grupo de estudiantes graduados del ICCP
El Instituto Cúaquero Cubano de paz ha cambiado su modelo. Ahora tiene nuevas sedes en Banes, Holguín , Puerto Padre y La Habana. Esto ha cambiado la perspectiva pero continúa con su visión de convertir el espacio de aprendizaje en un laboratorio en el que cada quien intercambia y expone saberes. En este períodos hemos recibido profesores nacionales y extranjeros de la talla de Pablo Stanfield, Benigno Sánchez Eppler, María Armenia Yi, María Antonia Boffill entre otros. Continúa el rigor y paulatinamente  se crean mejores condiciones de organización y estructura pra recibir estos cursos que se devuelven de forma activa  a las Juntas Mensuales donde funcionan.

miércoles, 18 de marzo de 2015

Puertas de Esaú y Jacob

Puertas de Esaú y Jacob
Queridas y queridos hermanas y hermanos:

Desde La Habana la hermana cuáquera Kirenia Criado nos mandó un bello mensaje sobre este sueño de apertura entre Cuba y los Estados Unidos que todavía sigue siendo un sueño por el que hay que seguir orando. Una puerta nos ha sido abierta, Dios quiera que esta sea una de las que nadie puede cerrar. 

Antes de haber recibido el mensaje de la hermana Kirenia, el primero que me hizo saber que algo estaba pasando fue el Clerk de mi junta mensual, Bruce Hawkins, quien me envió un correo electrónico inmediatamente después del discurso de Obama: "me ha sorprendido algo por lo que hemos estado orando mucho." También me llamó Noah Baker-Merrill de mi Junta Anual de Nueva Inglaterra para alegrarse junto conmigo y para preguntarme si debíamos hacer alguna reflexión conjunta con el Puente de Amigos entre los cuáqueros de Cuba y  Nueva Inglaterra, o en algún otro contexto cuáquero. Mi corazón seguía saltando de gozo al sentir el interés de mis hermanos cuáqueros de por acá, fuerte testimonio de que nuestra relación de ya más de dos décadas con la iglesia de los Amigos en Cuba sí nos ha dejado bien en contacto, y que cuando algo pasa el primer círculo de interés y ternura está en esa bendita comunidad que nos incluye. Con mi familia natural y cubana en Miami y Orlando no hubo intercambios ni comentarios sino hasta mucho después. Mientras Noah hablaba mi primera reacción fue,  ¡sí, vamos! ¿qué hacemos? ¿qué inventamos frente a nuevas posibilidades? ¿qué nuevos umbrales hay que cruzar? Y sin embargo, inmediatamente, antes de colgar el teléfono y ya en oración, me fue dada una tranquila invitación a la calma, a la espera en el Señor, y por sobre todas las cosas a darle tiempo a que los Amigos en Cuba junto con los cubanos de la Iglesia de los Amigos en Miami sean los que primero exploren lo que ellos están llamados a hacer con esta apertura, con esta grieta en el mundo en donde puede caer semilla, germinar y dar fruto del Espíritu.

Hace falta seguir orando, pero no hace falta precipitarnos desde acá con ideas ni sugerencias, no hace falta comprar barniz para dorar la madera de los sueños. Hace falta que los Amigos cubanos en Cuba y en Miami se sientan respaldados para que ellos sean los que den sus pasos, para que ellos se busquen y se encuentren, para que busquen y encuentren formas de dar testimonio de Amigos a todos los otros cubanos que tanto lo necesitan.  Pero repito, aquí desde tan lejos, quiero sobre todas las cosas que los cubanos hablen y que los cubanos se hablen primero, a ver si los interesados tanto a la expectativa como al margen de la condición cubana pueden cohibirse de llenar el aire con demasiados consejos, para que sea el Espíritu que hable en y desde los corazones tanto en Cuba como en donde quiera que haya cubanos fuera de Cuba.

Por una parte estoy tan metido dentro de la ternura y los temores por lo que pueda  o no pueda pasar; pero por la otra también estoy tan lejos de Cuba, tan lejos de la isla, tan lejos de su diáspora, precisamente en un día en que no he hecho otra cosa que trabajar para el Instituto Cuáquero Cubano de Paz preparando textos de mujeres cuáqueras del siglo XVII para leerlos en Gibara en enero.

Les cuento que escribo en Chicago de noche, mirando los rascacielos desde mi ventana. El parpadear de las luces me alucina, y veo como en constelaciones que Jacob alza sus ojos y mira que viene Esaú, veo cómo Esaú corre a su encuentro y se echa sobre su cuello y lo abraza, y lloran los dos. Y mientras los veo—clarito, clarito—me colma una tierna y dulce ignorancia: yo no sé cual es el de allá ni cuál es el de acá, yo no puedo saber cuál viene del norte ni cuál viene del sur, y nada en mí me pide que considere a quién le tocó comer lentejas, ni a quién le tocó vestirse con pieles de cabritos, ni a quién le tocó engañar o sentirse engañado —Dios me va a perdonar—ni quien se tuvo de ir de la casa, ni quien dejó la madre atrás—bendita ceguera que no me deja ver hoy en mi interior si yo soy Jacob o si yo soy Esaú, ceguera que me hace necesitar a todos mis Jacobos y a todos mis Esaús para seguir de aquí pa'lante, adentrándonos por puertas —ya no de umbrales territoriales, históricos y externos— sino de corazones abiertos que nadie puede cerrar.



Benigno Sánchez Eppler